sábado, 29 de octubre de 2022

El Castillo-Palacio de los Obispos de Sigüenza (Parador Nacional)

 El castillo-alcazaba y palacio de los obispos de Sigüenza es uno de los principales alcázares que hay en España.

    El lugar en que se asienta la fortaleza es en la meseta de un altozano que domina la ciudad mitrada, y a ella se asciende por empinadas calles.


    El primitivo castro, que destaca al Sur de la misma ciudad, fue de origen celtibérico. Posteriormente fue utilizado por los romanos, a juzgar por los cimientos de algunos de sus torreones, constituidos por sillares romanos. Más tarde los visigodos construyeron un castillo puesto fortificado. Los árabes levantaron, sobre sus ruinas, una magnífica alcazaba, y a su reconquista, por los cristianos, se reconstruyó ya el gran castillo-medieval del siglo XII, que hoy permanece. La planta del castillo forma un paralelogramo de área muy extensa, alargada de Norte a Sur, con un gran recinto torreado, dentro del cual existe amplio patio central capaz para acoger a toda la población civil. Consta de múltiples y diversos salones, elementos, etc., que conjuntan un interesante edificio militar-medieval. Destacan en él la barbacana y cubos gemelos de la entrada principal que construyó don Simón Girón de Cisneros, Obispo de Sigüenza (1300-1326). Su conjunto da idea de lo que fue el castillo-palacio en la época de los obispos de Sigüenza, completado, en los buenos tiempos del siglo XV, por el cardenal don Pedro González de Mendoza, obispo de Sigüenza (1468-1495) que lo ensanchó haciéndolo capaz para alojar 1.000 soldados de a pie y tantos de a caballo como días tiene el año.


    Del foso puede advertirse todavía su situación por el lado occidental,  y sobre cuya ladera muestra el castillo tres torreones flanqueantes cuadrados, destacando, sobre todo, el del ángulo septentrional, que es majestuoso.


    Las habitaciones principales estaban en los torreones, pero durante las variadas vicisitudes seculares por las que pasó la fortaleza se añadieron otras estancias, bastardeando y restando al edificio las características que poseía de verdadera fortaleza castrense y palacio al mismo tiempo.



    En el robusto torreón central se conserva la cámara real, decorada con lacería de ritmo mudéjar, aposento de triste recuerdo, que albergó los temores y lágrimas de una desgraciada princesa, doña Blanca de Borbón, reina de Castilla, tan injustamente recluida aquí por su esposo don Pedro I «El Cruel», rey de Castilla (1350-1369), que la repudió para siempre al siguiente día de su boda.


    Sin perjuicio de su carácter o finalidad militar, fue habilitado para vivienda fortificada de los obispos seguntinos, que lo moraron hasta la guerra civil-carlista (1833-1840).


    En 1812, después de la ocupación francesa, según tradición, un sargento de artillería prendió fuego al castillo, causando su casi total destrucción.


    Cuando en 1836 don Ramón Cabrera y Griñó, famoso general carlista, y el caudillo Quílez, que le acompañaba, entraron en Sigüenza, lo asaltaron y se encastillaron en él, destrozándolo interiormente. Acababan de fusilar a la madre de «el Tigre del Maestrazgo», sin formación de causa. Este hecho contribuyó, naturalmente, a exacerbar la crueldad de Cabrera, aumentando los horrores de la guerra, que llevó, en adelante, con actos de verdadera ferocidad, motivando esta circunstancia que al retirarse los carlistas de Sigüenza, por la persecución de las fuerzas liberales, ordenase, el caudillo citado, la casi demolición del castillo.


    Tras su secular abandono y ruina, ha sido totalmente restaurado, conservando la estructuras, salones y disposición primitiva, ajustándose a las necesidades del nuevo destino del edificio, y ahora es utilizado como Parador Nacional de Turismo «Castillo de Sigüenza», obteniendo un uso y visita numerosísima, celebrándose en él frecuentes actos culturales.


D. Felipe-Gil Peces y Rata

(Programa de Fiestas 1985)

miércoles, 3 de agosto de 2022

La traída de aguas a Sigüenza - Gregorio Sánchez Doncel (Programa de fiestas de 1973)

 Colaboraciones literarias en los programas de fiestas de Sigüenza.

    Hemos recogido de viejos periódicos locales algunos datos curiosos a cerca de variados asuntos relacionados con nuestra ciudad, y nos ha parecido de interés consignar en esta publicación los referentes a la traída de aguas a Sigüenza. Sin duda que estos datos son incompletos y acaso inexactos; no intentamos sino transmitir a la imprenta lo que hemos encontrado.

    Hasta el siglo XVII la población de Sigüenza -así lo hemos leído- vino surtiéndose de aguas potables de la llamada «Fuente del Tejar». Pero en dicho siglo, fuera que el caudal de dicha fuente disminuyera o que la tubería de barro sufriera averías a cada paso, el Ayuntamiento resolvió hacer la traída de aguas del manantial que abastece actualmente a la ciudad -se refiere a los finales del siglo pasado-, llamado comúnmente «Los Nacimientos», y situado al oriente del cerro del Otero. Entonces fue necesario construir el acueducto llamado «Los Arcos», obra costosa y de importancia en aquellos tiempos. El ayuntamiento no contaba con fondos para ello, y aprovechando la oportunidad de ir a Madrid una comisión de concejales a gestionar asuntos de la municipalidad, a uno de aquellos se le ocurrió la buena idea de presentarse al Cardenal Zapata, Arzobispo de Toledo entonces y solicitar de él los recursos necesarios. Aceptada la idea por los demás compañeros decidieron tener la entrevista con el Cardenal Zapata. Gozaba entonces este insigne prelado de fama universal en España de hombre caritativo, generoso y esplendido por sus cuantiosos donativos para obras pías y de utilidad pública. La comisión fue recibida por él. Explicando el objeto de la visita, el Cardenal, con su inagotable caridad, les facilitó gran parte del capital necesario. Estos son los datos que se aceptaban por referencia de persona entendida. El acueducto tenía seis arcos, y en su punto medio alcanzaba una altura de 20 o 25 metros aproximadamente. Utilizábase también para el paso de personas, a cuyo fin tenía dos buenos pretiles de sillería. Las incurias del tiempo fueron deteriorando la obra de fábrica. Todavía estaba en uso a finales del siglo pasado -1891-, aunque ya daba señales de peligroso derrumbamiento. No pasaría mucho cuando el Ayuntamiento se vio obligado a levantar nuevo puente sobre el Vadillo, frente a la puerta del Toril.


Acueducto "Los Arcos", frente a la puerta del Toril


    El 20 de junio de 1922 se reunió el Ayuntamiento para tratar de la traída de aguas. En trabajos de exploración se gastaron 3.842,50 pesetas, de las 25.000 donadas por don Juan Núñez; otras 10.000 se invirtieron en instituciones de caridad. Don Bautista Vázquez propuso la traída de aguas desde Villavieja y Los Arroyuelos.

    En 1927 y 28, durante la dictadura, hizo el proyecto el ingeniero seguntino don José García Atance. Consistía en traer las aguas de Rostra y Villavieja, construir un deposito en la parte alta de la población y desde allí distribuirla por la ciudad.

    Luego en 1930 se habló de traer el agua de Mojares; pero su elevado costo, casi un millón de pesetas, lo hizo retirar.

    En 1933 presentó el Sr. Pérez Villamil un estudio del ingeniero don Antonio Cavestany para elevar hasta el fuerte el agua traída de los Nacimientos. El conde de Velayos buscó agua cerca del cementerio, pero no la halló.

    Por fín en el «Boletín Oficial» del 4 de enero de 1935 se publicó el anuncio para las obras de traída de aguas de Rostra y Villavieja. Los proyectos fueron obra de los ingenieros don José García Atance y don Agustín del Valle. Adquirió la contrata el Sr. Marco, y dieron comienzo las obras el día 4 de abril de aquel mismo año.

    Aquí finalizan las notas de mi fichero. Relata refero.

GREGORIO SÁNCHEZ DONCEL

viernes, 30 de diciembre de 2016

Alcaldes de Sigüenza desde el siglo XX

Monarquía Parlamentaria, Alfonso XIII (1902-1922)
1 de enero de 1902Santiago Raso Esparroz
1 de enero de 1904Hipólito Almazán Almazán
1 de enero de 1906Ignacio Gil Rodrigo
1 de julio de 1909Pablo Gutiérrez Olivares
1 de enero de 1910Marcelino Albacete Alvaro
1 de enero de 1912Luciano Toro Somolinos
1 de enero de 1914Antonio Algora Medina
1 de enero de 1916Antonio García Pérez
1 de enero de 1918Luciano Toro Somolinos
1 de enero de 1920Joaquín Ibáñez Martínez
1 de enero de 1922Pedro Trigo Sevil
Dictadura de Primo de Rivera (1923 - 1930)
2 de octubre de 1923Santos Cardenal Gómez
22 de enero de 1924Estanislao de Grandes Urosa
1 de abril de 1924Estanislao de Grandes Urosa
9 de marzo de 1925Felipe Barrena y Alonso de Ojeda
25 de mayo de 1928Fernando Muñoz de Grandes
Final de la Monarquía
15 de febrero de 1930Simón Pareja Caballo
2 de abril de 1930Javier Arroyo García
Segunda República
18 de mayo de 1931Adolfo Franco Lillo
25 de mayo de 1936Francisco Lafuente Moreno
Dictadura de Francisco Franco (1936 - 1975)
11 de octubre de 1936Estanislao de Grandes Urosa
19 de octubre de 1936Anselmo Bernal Lafuente
4 de febrero de 1937Gerardo Sánchez Esteban
28 de abril de 1939Demetrio Rodríguez Pintado
30 de julio de 1940Arturo Aguilar del Hoyo
12 de marzo de 1941Gerardo Sánchez Esteban
20 de agosto de 1944Antonio Labrada Chércoles
25 de agosto de 1947Gerardo Riosalido Andrés
30 de octubre de 1957José Maria Bernal Jimeno
8 de octubre de 1966Gerardo Relaño Ajamil
7 de Agosto de 1970Martín Poyo del Pino
DEMOCRACIA
3 de abril de 1979Juan Antonio Martínez Gómez-Gordo
8 de mayo de 1983J. Vicente Turo Sanz
10 de junio de 1987Juan Carlos García Muela
20 de mayo de 1991Marcelino Llorente
28 de mayo de1995Octavio Puertas Moreno
13 de junio de 1999Octavio Puertas Moreno
25 de mayo de 2003Francisco Domingo Calvo
27 de mayo de 2007Francisco Domingo Calvo
23 de mayo de 2011José Manuel Latre Rebled
24 de mayo de 2015José Manuel Latre Rebled
26 de mayo de 2019María Jesús Merino Poyo
28 de mayo de 2023María Jesús Merino Poyo

Sigüenza durante el califato Omeya

En esta época son escasos los datos que tenemos. Sigüenza quedo reducida a una aldea después de que fuera sometida a grandes tributos en la invasión musulmana de la península.

Sigüenza paso a depender de Medinaceli durante el reinado de Abderramán III; Medinaceli era la gran ciudad desde donde partían las incursiones hacia los reinos cristianos del norte, este mando fortalecer la ciudad a su general Galib.
El cronista Ibn Idarí, en alusión a las obras realizadas en aquella villa por orden del califa cordobés, afirma que Medinaceli se encontraba:
"...desde hace largo tiempo abandonada, situada sobre la frontera oriental [...] los albañiles de toda la frontera fueron reunidos allí para construir el recinto amurallado y dotarlo de cuarteles; los trabajos fueron terminados en septiembre del 946, y los musulmanes pudieron desde entonces habitar aquel lugar con total seguridad.

Existía una vía de comunicación desde Medinaceli hasta Guadalajara. Partía de Medinaceli hasta Sigüenza (Segontia) y seguía paralela  al río Henares pasando por Mandayona, Jadraque, Espinosa de Henares y Guadalajara.
Ibn Hawqal habla de este camino, en el que se invertían dos jornadas; la parada intermedia se hacía en un lugar llamado Sa ´ra al-Qawarir, del que se dice que se encontraba junto a una aguada.

[...] a Guadalajara. Esta es una ciudad grande y Marca fronteriza, famosa por su situación y amurallada con sillares de piedra; está dotada de mercados, alhóndigas y baños. Tiene un Juez y un delegado del califa y en ella residen los alcaides o gobernadores de la frontera como Ahmad ibn Ya´la o Galib. Desde Guadalajara se emprende la mayor parte de las campañas de guerra contra Galicia. Desde Guadalajara hasta "Sa´ra al-Qawarir" hay una etapa. En "Sa´ra al-Qawarir" hay una venta o manzil donde se hospedan los viajantes o trajineros. Desde este lugar a Medinaceli hay una etapa. De ella es gobernador Galib ibn ´Abd al-Rahmán, jefe del ejercito. Su termino y distrito es muy vasto y considerable y la comarca es muy rica en ganado y próspera en toda clase de recursos y bienes. Ella es la ciudad mas importante de Al-Andalus en organizar expediciones y campañas de guerra.

En el Año 975, Galib emprendió una campaña contra una coalición de tropas cristianas que sitiaban el castillo de Gormaz. La campaña finalizó con un rotundo éxito de mawlà califal, el cual parece haber consolidado un considerable dominio sobre las zonas fronterizas medias, concretamente entre Medinaceli y Guadalajara.

Eduardo Manzano Moreno. "La frontera de Al-Andalus en la época de los Omeyas"
Julio Valdeón Baruque. "Abderramán III y el califato de Córdoba"

martes, 8 de noviembre de 2016

El Púlpito del Evangelio en la catedral de Sigüenza

El púlpito plateresco o del Evangeliocincelado entre 1572-73 por el artista seguntino Martín de Vandoma y restaurado ejemplarmente después de la Guerra Civil por el escultor segoviano Florentino Trapero.

Martín de Vandoma, seguntino

A juicio de Villamil, el apellido Vandoma es de inequívoco origen flamenco (Van Domme). Bien pudiera ser también de estirpe francesa (Vandomme). Con todo, es seguro que Martín de Vandoma nació en Sigüenza hacia 1515. Muy probablemente fue en nuestra ciudad donde adquirió su formación artística, pues era Sigüenza en aquella época un centro de cultura de mayor rango de lo que podía esperarse de su corto número de habitantes.

En los años de juventud de Vandoma se llevaban a cabo en la Catedral importantes obras platerescas en la capilla del Doncel y en el retablo de Santa Librada y mausoleo de D. Fabrique. No es aventurado pensar que ellas fueron el palenque en el que se moldearon las innatas cualidades artísticas de nuestro escultor y arquitecto.

La primera mención explícita de Martín de Vandoma que encontramos en las Actas Capitulares data del 13 de septiembre de 1554, pocos días después de la muerte del maestro Durango. En dicha fecha el Cabildo nombra a Vandoma maestro mayor de la iglesia y responsable principal de la obra de la sacristía mayor que ya había iniciado su construcción. Terminadas las obras de fábrica en 1561, incluida la célebre bóveda de las Cabezas, de fama universal, recibió el encargo de su ornamentación. A su cincel se debe la puerta de la sacristía y las dos cajonerías situadas a continuación de la capilla de la Capilla del Espíritu Santo o de las Reliquias, obra en la que, a juicio de Azcárate Ristori, también intervino.

Para la Catedral labró además en 1574 cuatro sillas del coro capitular, imitando el estilo gótico original de tiempos del Cardenal Mendoza. A su traza y cincel se deben también varios estimables retablos de algunas parroquias de la antigua Diócesis de Sigüenza, entre ellos el de la iglesia parroquial de Caltojar (Soria), pues en una cartela del mismo se lee que lo hizo Martín de Vandoma, natural de Sigüenza, ayudado por su yerno Jerónimo de Montoya. De su taller proceden, sin duda, los armoniosos retablos de Pelegrina y Cortes de Tajuña y los de las iglesias sorianas de Alentisque, Aguaviva y Ambrona, este último hoy en el museo Diocesano de Burgo de Osma. Y es seguro que Vandoma intervino también en la talla del coro, los púlpitos y la reja de madera de nogal de la colegiata de Berlanga de Duero, obra acabada por su discípulo Vicente Marcos.

El púlpito del Evangelio

Martín de Vandoma falleció en 1577. Su obra maestra, a juicio de Tormó y Monzó, es sin embargo, el mencionado púlpito del Evangelio, que también podríamos denominar «de la Pasión», pues la Pasión del Señor es el tema exclusivo de sus cinco espléndidos tableros. Iniciada el 5 de mayo de 1572 y finalizada el 19 de octubre de 1573, su estilo se inscribe en los cánones estéticos del arte plateresco, del que tantos y tan bellos ejemplos encontramos en nuestra Catedral. D. Aurelio de Federico Fernández, canónigo archivero jubilado, que tantos méritos tiene contraídos con ella, describiría así el púlpito en 1954: «sobre cilíndrica columna con sencilla basa clásica, fuste estriado, de estrías rellenas en su mitad inferior, y bello capitel jónico-corintio, álzase un cuerpo formado por dos molduras que limitan una corona de cabecitas infantiles provistas de doble y desigual par de alas, que sostiene un cuerpo troncocónico, en que aparecen alternados los escudos del Cabildo y cuatro niños desnudos como sosteniendo el peso del púlpito; encima y apoyada en ménsulas, aparece la cornisa en que se apoya la cátedra. Es de sección octogonal y en sus cinco tableros reales presenta altorrelieves con escenas de la Pasión: Prendimiento, Jesús ante Caifas, ante Pilato, insultado por los soldados y expuesto al pueblo por Pilato; separadas entre sí por bellos atlantes, que se prolongan por abajo en pilastras decrecientes decoradas con grutescos».

La restauración del escultor Trapero

Son bien conocidos los acontecimientos de octubre de 1936 en lo que respecta a la historia de la conservación de nuestra Catedral. Como consecuencia de dichos acontecimientos, el púlpito del Evangelio quedó reducido a un montón de trozos de alabastro. De su restauración se encargó, por deseo expreso del arquitecto director, Antonio Labrada, el escultor Florentino Trapero, nacido en 1893 en Aguilafuente (Segovia) y de cuyo nacimiento en consecuencia se cumple este año su centenario. En próximos números de ABSIDE habrá ocasión de perfilar su biografía y glosar los méritos de Trapero como escultor y su contribución de la epopeya de la restauración catedralicia. Baste ahora decir que la decisión de Labrada, fundamentada en la perfección de trabajos anteriores realizados por el escultor en la Catedral a partir de julio de 1943, no pudo ser más afortunada.

La restauración completa del púlpito se llevó a cabo entre 1947 y 1950. Duró exactamente dos años y medio, es decir, casi el doble que la ejecución primigenia de Martín de Vandoma. Ello nos indica las enormes dificultades que el artista restaurador hubo de vencer. Según las notas manuscritas que Trapero entregó al autor de este artículo dos años antes de su muerte, acaecida el 4 de agosto de 1977, la primera tarea que hubo de realizar antes de proceder a una restauración, que muchos juzgaban imposible, fue situar sobre cinco paneles de madera los trozos de alabastro conservados con el fin de recomponer las diversas escenas de la Pasión. El resultado final de esta operación no pudo ser más decepcionante. Contemplando ahora las fotografías de los paneles aludidos, comprobamos que faltaban trozos enteros de alabastro, en algunos casos de hasta cuarenta centímetros. Y lo que quedaba, en un estado deplorable por mutilaciones y desperfectos.

La operación siguiente fue tratar de reunir documentación suficiente que mostrase la obra en su estado anterior, tal y como salió de las manos de Martín de Vandoma. Por fortuna, el catedrático Sr. Archilla facilitó al restaurador una buena colección de fotografías del púlpito. Por su parte, el canónigo D. Francisco Box Blasco le proporcionó un vaciado en escayola. Hizo además «muchísimos estudios -son sus palabras- del vaciado de esta obra que hay en el Museo de Reproducciones de Madrid».

A continuación, el Sr. Trapero hubo de trasladarse «a Cogolludo con obreros de la Catedral para encontrar y arrancar alabastro igual al antiguo», pues de aquella zona procedía el alabasto primitivo. E inmediatamente comenzó la restauración que exigió el tallado y colocación de más de seiscientas piezas perfectamente localizables por no haber sido patinadas. «A sí se aprecia mejor -matiza el escultor- la propiedad artística con que hice este trabajo».

La restauración afectó a todo el conjunto escultórico. Hubo de incrustar piezas de la basa, en los extremos inferior y superior del fuste, en el arranque y en otros puntos del bello capitel jónico-corinteo, en las molduras que descansan sobre aquel, debiendo tallar además sostener la gran cornisa sobre la que se asientan los tableros de la cátedra. En dicha cornisa y en las quince ménsulas inferiores se aprecia con toda nitidez el trabajo de orfebre que hubo de realizar nuestro artista.
varias de las cabezas de querubines que forman como un collar sobre el que se alza el capitelón. La repisa octogonal que lo inicia lleva también varias piezas nuevas, así como los cuatro niños desnudos y de cuerpo entero y los cuatro escudos del Cabildo que parecen

Centrándonos ya en los cinco tableros de la Pasión, que miden setenta y cuatro por treinta centímetros y que son, sin duda, la parte más importante de la cátedra, siguiendo casi al pie de la letra las notas manuscritas del restaurador, enumeramos de izquierda a derecha los elementos escultóricos que faltaban y que fueron tallados por el Sr. Trapero:

1. El prendimiento
En este tablero esculpe Martín de Vandoma con singular maestría dos hechos de la Pasión que no fueron simultáneos sino sucesivos: el beso de Judas y el milagro de Jesús restituyendo a Malco, criado del pontífice, la oreja cortada por Pedro. El Sr. Trapero labra y ensambla en este panel, cinco cabezas, dos brazos con sus manos, un escudo, dos antorchas, ocho lanzas, una bandera, un angelito horizontal en el friso, un capitel, todo el cuerpo del atlante y varios adornos en la parte inferior del tablero.

2. Jesús ante Caifás
En primer plano aparecen las figuras de Jesús y de Caifás, sentado esté en lujosa silla curul, mientras Jesús permanece en pie con los brazos atados escuchando con un rostro lleno de dulzura y serenidad las provocaciones del sumo sacerdote. En el fondo se perciben algunas cabezas de gran expresividad que reflejan curiosidad ante la escena. El restaurador creó para este tablero la cara de Caifás. Un pie y el cetro, tres cabezas de soldados y de un ministro, un pie y la base de Jesús, varias piezas en el fondo, el baldaquino y una lanza, el brazo izquierdo, un hombro del atlante y un capitel.

3. Jesús conducido al tribunal de Pilato
En es tablero Martín de Vandoma elige el momento en que la comitiva pasa ante el templo de Jerusalén. Jesús va desnudo con las manos atadas a la espalda. También aquí junta el artista dos escenas en una, pues aparecen los sayones blandiendo sus fustas sobe el cuerpo de Jesús, por lo cual el restaurador no se equivoca cuando titula este panel «la flagelación».
En este caso, las piezas creadas por el escultor Trapero son las siguientes: la cabeza, un hombro, las caderas, el cubrepurezas y las piernas del Señor; la cabeza, mano derecha, piernas y pies del sayón de la izquierda; dos capiteles y la arquitectura del fondo izquierdo; los cuatro brazos y los dos capiteles de los atlantes; la base, cabeza y pliegues del atlante izquierdo; una cabeza de angelito y un escudo en el friso.

4. Los soldados se mofan de Jesús
En este tablero aparece Jesús semisentado sobre un escalón del patio del Pretorio y mientras un soldado le maltrata de hecho con un látigo, otro le maltrata de palabra en cuclillas ante él en actitud de burla. A juicio de Pérez Villamil, «las cuatro figuras principales de este cuadro son, tal vez, las mejores de toda la obra».
El Sr. Trapero esculpió para esta escena un brazo, una pierna y un pie del Señor; dos cabezas de sayones, tres brazos y dos pliegues de los mismos; la cabeza, un brazo, una mano, torso, y pliegues del atlante; un capitel, dos cabezas de querubines y un escudo en el friso.

5. Ecce Homo
Es el tablero más complejo de todo el predicatorio por el abigarramiento de las figuras. A la derecha aparece Cristo en actitud mansa y resignada. Detrás, Pilato con la cabeza levantada mira al pueblo judío en ademán de pedir el indulto. A la izquierda, varias cabezas del pueblo y en primer término uno de los sacerdotes instigadores del acontecimiento. En el fondo se ve el palacio del Pretorio y, asomado a una ventana, un individuo que mira con curiosidad el desenlace.

La labor del restaurador en este panal consistió en labrar una cabeza entera de niño, otra media, la cartela y un querubín, todo ello en el friso; el brazo izquierdo, el capitel, tórax y pliegues de la pilastra; los dos brazos, piernas y caderas de Jesús; la cabeza y un dedo de Pilato; el cuerpo, la mano derecha y los pliegues del sacerdote; cuatro cabezas, la espalda, un tórax y una mano en las figuras de la izquierda y la cabeza del sujeto que se asoma a la ventana.
Es de advertir que se han enumerado solamente las piezas más significativas talladas para el hermoso púlpito de Martín de Vandoma, joya de nuestra Catedral. No se mencionan otras muchas, menos importantes, pero necesarias, para recomponer la obra, que una vez terminada, sigue siendo una de las más admiradas de la Catedral de Sigüenza. El ensamblaje de todas ellas, según nos informa el restaurador en sus notas manuscritas, le exigió enorme trabajo y una paciencia y meticulosidad a toda prueba.

Ni que decir tiene que la restauración del púlpito del Evangelio es el trabajo más meritorio de todos los realizados por D. Florentino Trapero en Sigüenza. Es su obra por antonomasia, propia no sólo de un hábil restaurador, sino de un verdadero artista por la perfección del conjunto y el primor de cada uno de los detalles. En ella hubo de solucionar muchísimos problemas porque se trataba de recrear una obra de arte a partir de fragmentos inconexos. Que lo consiguió, es algo que no se puede dudar. Es lógico, pues, que se sintiera legítimamente orgulloso de esta obra. No le faltaba razón, por tratarse además de una joya escultórica que, si la Catedral de Sigüenza no tuviera otras, bastaría para merecer lugar preeminente en la historia del arte español, según la autorizada opinión de Pérez Villamil.

Excmo. y Rvdmo. D. Juan José Asenjo Pelegrina Sr. Arzobispo coadjutor de Sevilla
Articulo publicado en la revista Abside nº 18 (Diciembre 1992)